viernes, 8 de abril de 2016

La espera – Rubén C. Navarro subido por Carlos Arturo Navarro Ferrari

La espera – Carlos Arturo Navarro Ferrari
(cc)123rf

Si tú vinieras
desde tu lontananza de misterio, 
cualquier día sin fecha
a cualquier hora sin tiempo,
en cualquier minuto amable
sin péndulo,
mi soledad se haría luminosa
¡Y cantarían todas las voces cardinales
en mi opaco silencio…!


Si tú vinieras,
lumbre de mis besos
intactos, 
brasa de mi deseo lacerante
y siempre insatisfecho;
tentación de mis ojos
dormidos y despiertos,
mi carne magullada
florecería de nuevo
en frescura
de pétalos;
mi corazón cartujo
rasgaría sus hábitos complejos
para amarte con júbilo
de liberto
y mi mente creadora
marcaría la elíptica de un verso
definitivo, 
eterno,
que no lo he soñado nunca;
ni cuando a ti te sueño…


¡Si tú vinieras! ¡Ah, si tú vinieras
a librarme del yermo;
a desgarrar
el velo
pavoroso
de mi opaco silencio;
a ser canción eterna
en la voz del deseo;
música jubilosa
en el clavicordio del sueño;
luna de madrigales en las frondas
de mis álamos negros;
sol de ritmos paganos en las bardas
horizontales de mi mundo estrecho;
sinfonía nupcial en la madura
tentación de mi beso;
nudo de serpentinas orquestales
en la llama florida de mi cuerpo…!


¡Ah, si tú vinieras
en el tiempo sin tiempo,
sin hoy y sin mañana,
sin día, sin hora, sin minuto, sin péndulo!


¡Ah, si vinieras
desde tu lontananza de misterio!
¡Qué júbilo de vida
para mí que te espero
hace siglos de siglos
en la encrucijada del sueño,
con los brazos
abiertos
como los Cristos mudos
que espían el silencio…!


¡Cómo te adoraría mía, mía,
en la profusa eternidad sin tiempo…!

lunes, 4 de abril de 2016

El absurdo – Rubén C. Navarro subido por Carlos Arturo Navarro Ferrari

El absurdo - Carlos Arturo Navarro Ferrari
(cc)Abel M
Si estás conmigo
sufro,
Porque me siento atado
con siete nudos
a la gélida sombra
de tu influjo…

Si estás distante
sufro
también,  porque siendo
todo tuyo,
si no te veo,
me figuro
que soy del viento
errabundo,
de la niebla, de la noche,
de la sombra de mi bulto,
del fantasma de mi miedo,
del cadáver de mi luto . . .

¿Qué hacer, entonces. . .?  ¿Qué hacer,
elíptica de mi mundo,
campanada de mi hora,
péndulo de mi segundo…?

¡Yo quisiera que pudiéramos
estar distantes y juntos!
¡Sentirte yo toda mía,
sentirme tú todo tuyo,
sin que fueras tú mi cárcel
ni fueras yo tu verdugo!
¡Sin estar los dos pendientes
del futuro,
como de una cuerda trágica
sobre un abismo de escrúpulos!

¿Qué hacer, entonces. . .?  ¿Qué hacer,
-- de cara al cielo pregunto --.
. . . Y esperando la divina
respuesta que nunca escucho,
sigo con esta manía
de darle vueltas al mundo
¡con mi carga de prejuicios
y mi cadena de absurdos. . .!