In summa
Mi posición con respecto a las ofensas o a los insultos,
sean estos de palabra o de obra, es que ciertamente pueden llegar a irritar o
disgustar a un hombre razonable, pero que en manera alguna afectan su honor,
pues este consiste únicamente en la opinión que se tiene de él, opinión que no
puede ser cambiada por cosas que provienen de fuera (a menos que estemos
hablando de mentes imbéciles, cuya opinión de todas formas cuenta poco); que,
en consecuencia, no hay nada de malo en que dicha persona exteriorice
moderadamente su irritación o disgusto, lo cual debería ser excusado entonces
como una muestra de debilidad humana, y no exigido como un deber para con su
honor; y que, en fin, si aquel lograse pensar de manera lo suficientemente
magnánima como para hacer caso omiso de lo sucedido, su honor, en lugar de
disminuir, se vería acrecentado.
Schopenhauer