Sobre el honor
Cualquiera entenderá que a través del insulto, la
injusticia, la grosería y la rudeza sólo está menoscabando su honor verdadero y
natural, o sea, aquel que reside en la opinión, que es involuntaria, y no en
las expresiones, que son arbitrarias, pues todo lo que haga u omita repercutirá
únicamente sobre su propio honor, y nunca sobre el ajeno. A partir de ese
momento, todos se cuidarían de insultar, como ahora se cuidan de ser
insultados, y a nadie se le ocurrirá responder a los agravios de los demás con
agravios iguales o mayores, así como ahora cuando en el mercado una vendedora
de legumbres o pescado nos insulta furiosa a causa de un simple empujón, no
hacemos sino reírnos de su tosquedad; asimismo, todos se guardarán de descender
—como dice Demóstenes— a una liza como la descrita, donde es obvio que el
vencido se convierte en vencedor. Y cuando uno ya no sea educado en la quimera
de considerar que las palabras insultantes vulneran su honor, ellas ya no
podrán seguir hiriendo la susceptibilidad, como lo hacen ahora, sino que se
volverán contra aquel que las profirió, que de ese modo se estará perjudicando
a sí mismo.
Schopenhauer